Comentario
En el campo de la pintura, el panorama de las tendencias surgidas en relación con la imagen religiosa se presenta con la versatilidad propia del arte de la época. Así, la pintura devocional podría entenderse indistintamente atendiendo a los recursos del sentimiento y de la emotividad, como en el caso de las obras de Juan de Juanes, o subrayando el carácter de imagen piadosa dirigida a provocar el recogimiento y meditación de los fieles. En este sentido, las obras de Luis de Morales (h. 1520-h. 1586) se orientaron a conseguir estos últimos fines, bien mediante referencias a la idea del recogimiento interior, como en la Virgen del pajarito, o como medio de provocar el arrepentimiento del espectador a través de unos temas reiterados hasta la saciedad -Piedad, Ecce Horno, Cristo varón de dolores...-, en los que el gesto y los recursos dramáticos están muy controlados en beneficio de una presentación atemporal de los asuntos religiosos.
Si bien Morales, a través de la pintura de Leonardo, del Manierismo italiano y de los grabados flamencos y alemanes, principalmente de Durero y Schongauer, aprovechó numerosos recursos de la pintura devocional del siglo XVI, su obra, no obstante, no está basada en la acentuación de los elementos expresivos hasta alcanzar el máximo desarrollo de sus posibilidades. En ella, como es patente en su magnífico retablo de Arroyo de la Luz (Cáceres), se da siempre una contención formal que establece un equilibrio entre lo patético y el recogimiento interior, primando los aspectos místicos y visionarios de los asuntos sagrados. Las pinturas de Arroyo de la Luz, junto a las de los retablos de Higuera la Real, San Martín de Plasencia y San Benito de Alcántara forman un conjunto de obras, que realizadas por Morales y sus colaboradores en la década de los años sesenta, constituyen la expresión más madura del pintor extremeño. De formato y disposición plateresca, aunque con una distribución más clara como corresponde a las fechas, sus tablas mantienen esa tendencia a la presentación mística de los temas devocionales que se realza con la utilización de unos recursos lumínicos inspirados en el Manierismo italiano y centroeuropeo más heterodoxo. En este aspecto, las referencias a la pintura de Goltzius y Beccafumi ya han sido puestas de manifiesto reiteradamente.
Por otra parte, Luis de Morales contribuyó de manera definitiva a la fijación de unas imágenes que, por su claridad y fácil lectura de los temas sagrados, obligaron al pintor, de acuerdo con la demanda, a repetirlos continuamente hasta el extremo de convertirse, como ya señalara Gaya Nuño, en un copista de sí mismo. El Ecce Horno, la Piedad o Cristo con la cruz a cuestas responden a determinados tipos iconográficos muy sencillos que se repiten con pocas variantes, insistiendo obsesivamente sobre la memoria de los fieles y configurando el fenómeno de las series que tanta importancia tuvieron en la pintura española del Barroco. Por todo esto, la obra de Luis de Morales constituye uno de los casos más singulares del tratamiento devocional de la imagen religiosa en el último tercio del siglo XVI y sirve de enlace con los planteamientos místicos, visionarios y contrarreformistas que caracterizan la amplia producción de Domenico Teotocopuli, El Greco.